Renaturalizar las ciudades para conservar la naturaleza

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Restaurar el 30% de los hábitats degradados de Europa para 2030. Y el 60% para 2040. Hasta el 90% para 2050. Sean terrestres o acuáticos. ¿Es ambicioso, verdad? Estos son los principales objetivos de la nueva Ley de Restauración de la Naturaleza aprobada recientemente por el Parlamento Europeo.

Europa cuenta con muchos hábitats distintos y alberga una biodiversidad elevada, pero como muchas zonas del planeta, ha sufrido los efectos de la actividad humana hasta el punto de perder grandes hectáreas de espacios naturales y amenazar la supervivencia de muchas especies. Con esta nueva Ley, el Parlamento Europeo busca frenar la continua degradación de los ecosistemas y trabajar activamente para recuperar su estado original.

La nueva Ley de Restauración de la Naturaleza sigue el camino iniciado por Naciones Unidas con el proyecto 30×30, que busca proteger el 30% de la superficie del planeta de cara a 2030. De hecho, podríamos decir que va un paso más allá, porque no sólo conserva, sino que restaura y renaturaliza. Incluso podríamos decir que se inspira en el proyecto “Half-Earth”, desarrollado por la E.O. Wilson Biodiversity Foundation en base al libro “Half-Earth: Our Planet’s Fight for Life” del propio Edward O. Wilson y que persigue conservar la mitad del planeta.

El objetivo de la ley requerirá del esfuerzo de todos los sectores de la sociedad, para conseguirlo, y habrá que actuar sobre todos los espacios verdes, incluidos los urbanos. 

Los espacios verdes de las ciudades también son importantes

Las ciudades y áreas urbanas representan unos hábitats creados por el ser humano donde cada vez viven más especies, creando una biodiversidad propia adaptada a la presencia y la actividad humana. Al mismo tiempo, son entornos bastante desligados del resto de hábitats naturales y son muy susceptibles al cambio climático.

Por este motivo, la renaturalización de los espacios verdes presentes en la ciudad surge como una oportunidad única para potenciar la resiliencia frente a las consecuencias del cambio climático, proteger la biodiversidad urbana y mejorar la conectividad con los ecosistemas cercanos.

Resiliencia, biodiversidad y conectividad. Tres conceptos absolutamente ligados que pueden contribuir a una mejora de nuestro entorno, a conservar el planeta y conseguir los objetivos definidos por el Parlamento Europeo, Naciones Unidas y la E.O. Wilson Biodiversity Foundation. 

Fomentar la biodiversidad urbana

Un aspecto muy interesante de los hábitats urbanos es la biodiversidad que podemos encontrar en sus espacios verdes (y en los no tan verdes). Cuando hablamos de animales y plantas en una ciudad, la mayoría de la gente piensa en las palomas, las cucarachas, las gaviotas o las ratas. Pero seguramente desconoce que, en Barcelona, ​​por ejemplo, existe una colonia de halcones peregrinos, que es fácil ver mirlos y petirrojos o que, en total, se han contabilizado más de 600 especies de animales.

En el caso de Barcelona, ​​por seguir con el ejemplo, la proximidad con Collserola favorece esta biodiversidad y que se puedan observar especies de hábitats forestales, así como muchas especies marinas frente a sus playas.

Sin embargo, no se puede negar que la actividad humana tiene un impacto en casi todos (por no decir todos) estos animales, plantas, hongos y otros organismos. Y que muchos de ellos han evolucionado o modificado sus comportamientos para adaptarse a las condiciones especiales de las ciudades y las zonas urbanas. Para profundizar en este aspecto, el libro Darwin viene a la Ciudad, de Menno Schilthuizen, es muy recomendable.

Lo que queremos decir con esto es que esta biodiversidad también debe protegerse y conservar y cuidar los espacios verdes, protegerlos, renaturalizarlos y ampliarlos, ayudará a todas estas especies, al tiempo que conseguirá que las ciudades sean sitios más sostenibles y saludables también para nosotros.

La renaturalización urbana y periurbana en escena

Revertir los espacios urbanos, como hemos comentado, ayudará a mejorar la resiliencia frente al cambio climático. Permitirá mitigar los impactos de las inundaciones y de las sequías, así como reducir el efecto isla de calor y la contaminación atmosférica. Unos beneficios que disfrutaremos nosotros y otras especies que viven en estos entornos.

La renaturalización de los espacios urbanos debe convertirse en una actuación prioritaria para todas las administraciones con el objetivo de crear zonas donde se pueda vivir dignamente en un futuro, que sean saludables para todos y sostenibles para el medio ambiente.

Y esto es lo que ya han hecho varias ciudades, tanto en nuestro país como fuera. En Cataluña tenemos los ejemplos del tramo final del Besòs, con la creación del Refugio de Biodiversidad en Santa Coloma de Gramanet, y del proyecto Re-Natura en Mataró, donde se harán seis actuaciones en rieras, parques y patios escolares para fortalecer la infraestructura verde de la ciudad.

A nivel estatal, Vitoria se ha convertido en una ciudad referente en verde urbano y municipios como Pinto, Zamora y Valencia (así como numerosos más que podéis encontrar en la web de Fundación Biodiversidad) están desarrollando sus proyectos de renaturalización. Proyectos que se pueden ver complementados con la “Declaración de Viladecans 3-30-300” aprobada en la ciudad catalana en 2022 y que se compromete a que cada ciudadano pueda ver 3 árboles como mínimo desde su casa, que los municipios tengan un 30% de superficie arbolada y que la ciudadanía disponga de un espacio verde a máximo 300 metros de su vivienda.

De ámbito internacional, podemos encontrar la restauración de hábitats declarados Natura 2000 en las afueras de Bratislava (Eslovaquia), la renovación del parque industrial Emscher o la renaturalización en Chemnitz (Alemania) o el proyecto del Corredor Biológico Interurbano María Aguilar (Costa Rica), entre otros muchos.

Las ciudades deben transformarse para hacer frente a los retos presentes y futuros, para conectarse con los demás hábitats y ser espacios amigables para todas las especies que habitan en ellos. Porque la naturaleza es una y no podemos vivir de espaldas.

De esta forma podremos ser testigos de unos impactos positivos que, a su vez, ayudarán a concienciar a la ciudadanía de los beneficios de cuidar la naturaleza, de valorar los hábitats que tenemos y de unir fuerzas para lograr la protección y la restauración de, siendo muy ambiciosos, la mitad del planeta, como le hubiera gustado ver a Edward O. Wilson. 

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