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Otoño, época de hongos
Con el otoño aquí, seguro que has tenido la oportunidad de salir a pasear tranquilamente por el bosque. Y al cabo de un rato de andar quizá hayas encontrado, en un rincón sombrío, una pequeña joya dorada sobresaliendo entre el musgo: ¡un rebozuelo (Cantharellus sibarius)!
Esta escena no es la más común, ya que habitualmente es necesario realizar una búsqueda activa, pero ilustra un fenómeno que se extiende por las arboledas durante esta época: la presencia de todo tipo de setas, diferentes según el bosque donde nos encontramos. Y de ahí, si se saben identificar correctamente, sale la fantástica gastronomía que existe durante el otoño.
Dejando a un lado cómo se recogen (arrancar versus cortar) y que también se pueden encontrar en primavera (caso de las colmenillas, género Morchella), es importante saber que las setas son básicamente una estructura reproductiva del hongo que hay bajo los nuestros pies. Esta estructura que nos gusta es solamente la parte visible de un tipo de organismo que, por lo general, es muy incomprendido. Los hongos se asocian habitualmente a humedad, enfermedades, lesiones e intoxicaciones, pero se trata de una de las piezas clave presentes en cualquier ecosistema.
Recicladores, internet del bosque, capturadores de carbono
Su función es vital para el buen funcionamiento del ciclo de los nutrientes, ya que aprovechan la materia en descomposición del suelo y devuelven nutrientes que pueden ser aprovechados por las plantas, alimento de los herbívoros y estos, al mismo tiempo, de los carnívoros. Cuando estos tres niveles mueren, vuelven al sol donde alimentan a los hongos. Se cierra el círculo de los nutrientes, en un ejemplo clarísimo de economía circular natural. Como siempre, no hace falta mirar demasiado lejos para encontrar soluciones y mecanismos que funcionan para conseguir un mundo más sostenible.
Y no solamente son los recicladores de los ecosistemas terrestres (junto también con otros descomponedores como bacterias o invertebrados), sino que también ayudan a los árboles en la obtención de nutrientes combinando los micelios (estructuras de los hongos parecidos a raíces) con las propias raíces de las plantas, en un conjunto llamado micorriza. Se trata de una combinación simbiótica en la que ambos organismos salen beneficiados. Además, por muy sorprendente que parezca, los árboles usan los micelios para enviarse información unos a otros en una red llamada, en inglés, wood wide web.
Pero debemos saber que la función de los hongos va aún más lejos, ya que las amplias redes de micelios y su relación con las plantas les permiten capturar enormes cantidades de carbono. Más que los árboles. Si esto se potenciara, se podría llegar a compensar la misma cantidad de carbono que se emite hoy en día. Por este motivo, el mantenimiento de la biodiversidad de los soles y la comunidad fúngica es una acción necesaria para mitigar la crisis climática.
El cambio climático afecta también a los hongos
Ahora, como en todo organismo viviente en la Tierra, la crisis climática también afecta a los hongos. Un estudio reciente en Cataluña analiza el impacto que puede tener el cambio climático sobre la producción de setas. Teniendo en cuenta que el negocio de las setas en Cataluña se cifra entre 16 y 26 millones de euros al año, según datos de 2009, es necesario conocer cómo puede cambiar su producción para ver los efectos ecológicos y económicos.
El estudio, realizado solamente en pinares, muestra que las setas más afectadas son las que se sitúan en bosques subalpinos, mientras que las que crecen en zonas menos elevadas no se verían alteradas. Y es sobre todo el aumento de temperatura el factor que más afecta a las setas. Con los escenarios de mayor calentamiento, la reducción en la productividad podría llegar hasta el 50%. Sin embargo, no se descarta que el descenso en la precipitación pueda afectar también.
Además, las setas que sufrirían más los efectos de la crisis climática serían las micorrízicas, que son las que representan la mayor parte de la biomasa total de setas en los bosques catalanes. Lo que significa que algunas de las setas más apreciadas gastronómicamente, como el mencionado rebozuelo, el níscalo (Lactarius sanguifluus) o el pinar (Lactarius deliciosus), serían de las que más sufrirían las consecuencias.
Y al ser setas que hacen micorrizas con las plantas, principalmente con los pinos, esto afectaría también al crecimiento ya la obtención de nutrientes por parte de estos árboles. De modo que esta escasez podría añadirse a la falta de agua debido a las sequías e incrementaría su riesgo de mortalidad.
Conocer los efectos de la crisis climática en los hongos es necesario para definir estrategias adecuadas de gestión de los bosques y los ecosistemas terrestres con el objetivo de mitigar esta problemática y mantener los servicios ecosistémicos que ofrecen los hongos.
Así que la próxima vez que pasees por un bosque y veas una seta, aparte de pensar en el revuelto que harás para cenar, piensa que debajo hay toda una gran red que ayuda al buen funcionamiento del hábitat y que captura una gran cantidad de carbono. Un ejemplo clarísimo de cómo dependemos de la naturaleza y de la necesidad de conservarla para nuestra supervivencia.
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