Circularidad en la naturaleza: Inspiración para un futuro sostenible

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En los últimos años, se ha empezado a cuestionar el modelo de producción y consumo que tenemos más que establecido. El proceso de fabricar-consumir-tirar ha generado una cantidad de residuos difícilmente asumible que está provocando problemas sociales, ambientales y económicos muy importantes.

El concepto de circularidad, de reaprovechar los residuos que generamos para convertirlos en recursos o directamente de no generar residuos porque todo acaba teniendo su utilidad, está calando de una forma visible en toda la sociedad y las empresas y administraciones son conscientes de ello.

Al final, no estamos haciendo más que mirar la naturaleza de cerca y replicar su funcionamiento: en la naturaleza nada se desperdicia y todos los elementos son los nutrientes para otras especies o para iniciar nuevos procesos. Los descomponedores, como las setas y el resto de hongos o todos los organismos pequeños que existen en el planeta, se encargan de reciclar los restos orgánicos para que sigan en el sistema, en una muestra clara del funcionamiento impecable de los sistemas naturales.

La naturaleza es un sistema circular perfecto

Como hemos dicho, la naturaleza es el ejemplo perfecto de un sistema circular donde no se desperdicia nada. En este ciclo perfecto, cada elemento cumple una función esencial y todo está interconectado. Este equilibrio natural es el que ha inspirado la filosofía del diseño circular, aplicado hoy en día en muchos sectores, desde la arquitectura hasta la moda.

En los ecosistemas naturales todo sigue un ciclo de vida, muerte y renovación. Cuando una planta o un animal muere, su cuerpo no se convierte en un residuo inútil; por el contrario, se transforma en nutrientes que son aprovechados por otros organismos. Es aquí donde entran en juego los mencionados descomponedores, que juegan un papel clave en la descomposición de la materia orgánica.

Los hongos, en particular, son actores esenciales en ese proceso. Estos organismos tienen la capacidad de liberar enzimas que descomponen materiales orgánicos complejos como la madera, las hojas o los cadáveres de animales, transformándolos en compuestos más simples que pueden ser reutilizados por otras formas de vida, como las plantas. Pero también existen otros organismos como las bacterias y algunos insectos que completan el proceso, asegurando que cualquier forma de materia muerta sea devuelta al ciclo de la vida. Este sistema perfecto ha existido durante miles de años, mostrándonos que la naturaleza no conoce el concepto de “residuo” tal y como lo definimos en la sociedad humana.

Biomimesis: la naturaleza como guía

El término biomimesis se refiere al estudio de la naturaleza como fuente de inspiración para encontrar soluciones a problemas humanos. Una inspiración que aprovecha Janine Benyus (7′), fundadora de la consultora Biomimicry 3.8 y de la fundación Biomimicry Institute, y que deja patente cuando dice que en la naturaleza no hay vertederos. En la naturaleza debemos mirar cuándo queremos potenciar la circularidad y podemos hacerlo con la biomimesis, que busca replicar los procesos naturales que se han desarrollado a lo largo de millones de años de evolución.

Actualmente, existen numerosos ejemplos de biomimesis, como la inspiración en los micelios, la red subterránea de los hongos. Varios investigadores han desarrollado materiales biodegradables que podrían sustituir a los plásticos convencionales a partir de los micelios y algunas empresas ya han creado materiales con este elemento natural, como Ecovative Designs.

Ahora, la biomimesis no sólo se centra en la creación de materiales, sino también en la optimización de procesos. Y un ejemplo de ello es la comparativa entre el crecimiento de un hongo llamado Physarum polycephalum y la red de trenes de Tokio: la organización es muy similar y puede servir de base para crear redes ferroviarias más eficientes.

La naturaleza nos enseña a utilizar los recursos de manera eficiente, sin excesos, ya pensar en sistemas integrados en los que todos los componentes tienen una función específica. Así, los ecosistemas naturales se convierten en modelos a seguir para la industria, promoviendo la creación de sistemas humanos que no generen residuos, sino que integren cada elemento en un ciclo de vida continuo.

El auge del ecodiseño para potenciar la circularidad

Inspirarse en la circularidad de la naturaleza es clave para diseñar un futuro sostenible. Así nace el concepto de ecodiseño, una filosofía que aplica los principios naturales a la producción de bienes y servicios humanos. El objetivo principal del ecodiseño es minimizar el impacto ambiental mediante la reducción del consumo de recursos y la eliminación de residuos. En muchos casos, siguiendo ideas y principios extraídos de la biomimesis.

Por ejemplo, en el diseño de productos, ya se está aplicando la idea de la reutilización y reciclaje de materiales: se están produciendo objetos que, en el momento de ser rechazados, pueden volver a la cadena productiva o ser biodegradables y reincorporados en los ciclos naturales. En este sentido, el ecodiseño se inspira en el ciclo de la naturaleza para crear productos que se pueden descomponer de forma segura, volviendo a la tierra sin generar impactos negativos.

Esta forma de pensar se ve en sectores como la moda sostenible (con los ejemplos de Patagonia o Ternua), la arquitectura verde o incluso en el embalaje de productos (con el ejemplo claro de Ecovative), donde se está avanzando hacia el uso de materiales compostables y reciclables, alejándonos del modelo tradicional lineal de fabricar-consumir-tirar.

La naturaleza como solución circular

Tanto el ecodiseño como la biomimesis comparten un mismo objetivo: reimaginar los sistemas humanos para que funcionen de forma más sostenible, tomando como referencia los procesos naturales. La naturaleza nos ha proporcionado ejemplos y soluciones que se han perfeccionado durante millones de años y es hora de adoptar estas lecciones para abordar los retos ambientales a los que nos enfrentamos hoy.

En un momento de crisis climática y de agotamiento de los recursos naturales, resulta esencial que miremos hacia la naturaleza no sólo como un recurso, sino como una guía. Aprender de la circularidad de la naturaleza y aplicarla a nuestra sociedad puede ayudarnos a crear un futuro más resiliente, donde, al igual que en los ecosistemas naturales, nada se pierda y todo se transforme.

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