6 motivos para celebrar el Día Internacional de la Biodiversidad

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El Día Internacional de la Biodiversidad se celebra cada 22 de mayo con el objetivo de aumentar la comprensión y la conciencia sobre los problemas relacionados con la biodiversidad.

La biodiversidad, que abarca todas las formas de vida en la Tierra, desde los ecosistemas y las especies hasta la diversidad genética dentro de estas, es fundamental para el equilibrio de nuestro planeta y el bienestar humano. Sin embargo, está bajo amenaza debido a actividades humanas como la deforestación, la contaminación y el cambio climático. Por ello, este día sirve como un llamado a la acción para proteger y restaurar los ecosistemas, y promover un desarrollo sostenible que asegure la salud del planeta para futuras generaciones.

Somos Naturaleza es un blog mensual dedicado a abordar y discutir diversas problemáticas relacionadas con la naturaleza. Ofrece artículos detallados sobre temas como la conservación de especies, los impactos del cambio climático, la importancia de conservación… El objetivo es sensibilizar a la población sobre la importancia de proteger nuestro entorno natural y fomentar un cambio positivo a través del conocimiento y la acción. Cada artículo presenta investigaciones actuales, entrevistas con expertos y consejos prácticos para que los lectores puedan contribuir de manera activa a la preservación de la biodiversidad.

A continuación, a través de estos artículos te damos 6 motivos para celebrar el Día Internacional de la Biodiversidad este 22 de mayo.

El valor del capital natural

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Los recursos que utilizamos en nuestro día a día, la energía y la comida provienen directamente de la naturaleza. Estos bienes y servicios es lo que llamamos capital natural. Y se originan en los bosques y los mares y océanos, en las praderas y en las montañas. Durante mucho tiempo hemos extraído todos estos recursos sin mirar al futuro, pensando que eran infinitos. Ahora ya no es así.

Sabemos que no hay casi nada infinito. El viento, el sol, la fuerza de las oleadas y algunos fenómenos planetarios son la excepción. De ahí que necesitamos aprovechar su poder para vivir en un mundo más sostenible. Y por eso también necesitamos invertir en ese capital natural para protegerlo, para asegurar su existencia futura y mitigar los efectos del cambio climático.

La contaminación de los mares y los océanos

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Un defensor de la vida marina como es Enric Sala, biólogo gerundense y explorador residente de National Geographic, lleva años defendiendo la necesidad de proteger el 30% de los océanos para conservar la biodiversidad marina y reconoció que el acuerdo de Montreal es muy importante para lograr este objetivo, al nivel del Acuerdo de París para el cambio climático.

La conservación de la vida marina, igual que la de la vida terrestre, debe ser una prioridad para muchos gobiernos, pero también para las empresas, fundaciones, ONGs y ciudadanía en general. Muchas comunidades costeras e indígenas dependen del buen estado de los mares y los océanos, de la pesca y de los recursos que extraen de este entorno. El clima depende de la capacidad que tiene el mar de absorber carbono para mitigar los efectos del cambio climático.

La pérdida de los bosques

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Se calcula que, al ritmo actual, cada año se pierden unos 10 millones de hectáreas de bosques, el equivalente a una tercera parte de la superficie de Cataluña. La mayor parte de esta pérdida se produce en zonas tropicales para generar campos de cultivo y pasturas para la ganadería. 

Esta deforestación, causada por la tala ilegal en la gran mayoría de casos, es uno de los fenómenos más preocupantes que sufre el planeta, ya que es una de las principales causas de extinción de especies, al mismo tiempo que contribuye a la crisis climática. 

La protección de los bosques en todo el planeta es vital para la supervivencia de muchas especies, incluida la nuestra, y si los motivos ambientales no son suficientes para concienciar a la gente, los motivos sanitarios y económicos, que también existen, deberían impulsar la acción. 

La escasez de agua

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La falta de agua es uno de los principales limitadores a la hora de sobrevivir, por no decir el principal. Sin agua es casi imposible vivir. Si no solo hay que ver el ingente número de elefantes, cebras, jirafas y otros animales que han muerto por la sequía que afecta a Kenia. Una sequía que también está teniendo graves efectos para la población local, puesto que más de 4 millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria.

Si nos fijamos en los diferentes ecosistemas que existen en el planeta, aquellos que tienen una menor cantidad de agua, es decir, los desiertos, son los que tienen menor biodiversidad. Y, debido a la crisis climática, desiertos como el del Sáhara se están expandiendo, poniendo en riesgo a muchas especies que ven cómo la cantidad de agua disponible disminuye, con el consiguiente impacto en las personas.

La importancia de los hongos

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Los hongos se asocian habitualmente a humedad, enfermedades, lesiones e intoxicaciones, pero se trata de una de las piezas clave presentes en cualquier ecosistema. Su función es vital para el buen funcionamiento del ciclo de los nutrientes, ya que aprovechan la materia en descomposición del suelo y devuelven nutrientes que pueden ser aprovechados por las plantas, alimento de los herbívoros y estos, al mismo tiempo, de los carnívoros.

Cuando estos tres niveles mueren, vuelven al sol donde alimentan a los hongos. Se cierra el círculo de los nutrientes, en un ejemplo clarísimo de economía circular natural. Como siempre, no hace falta mirar demasiado lejos para encontrar soluciones y mecanismos que funcionan para conseguir un mundo más sostenible.

El impacto de las especies invasoras

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Las especies exóticas invasoras (que no son todas las exóticas que conste) son uno de los mayores problemas para la biodiversidad que tenemos actualmente. Muchas de estas especies introducidas no tienen competidores en el nuevo entorno donde habitan y lo alteran completamente. Además, pueden causar importantes daños económicos y sanitarios.

Se calcula que el coste económico de estas especies, en 2019, fue de más de 423 millones de dólares, mientras que más de un 80% de los impactos que provocan son negativos para la calidad de vida y los servicios que ofrece la naturaleza a las personas.

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