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El agua como limitante para la supervivencia
Hace un par de meses hablamos de cómo Doñana se había secado casi por completo por culpa de la sobreexplotación de los acuíferos y de la intensa sequía que está viviendo todo el país. Una sequía intensificada por los efectos de la crisis climática.
La falta de agua es uno de los principales limitadores a la hora de sobrevivir, por no decir el principal. Sin agua es casi imposible vivir. Si no solo hay que ver el ingente número de elefantes, cebras, jirafas y otros animales que han muerto por la sequía que afecta a Kenia. Una sequía que también está teniendo graves efectos para la población local, puesto que más de 4 millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria.
Si nos fijamos en los diferentes ecosistemas que existen en el planeta, aquellos que tienen una menor cantidad de agua, es decir, los desiertos, son los que tienen menor biodiversidad. Y, debido a la crisis climática, desiertos como el del Sáhara se están expandiendo, poniendo en riesgo a muchas especies que ven cómo la cantidad de agua disponible disminuye, con el consiguiente impacto en las personas.
Hace un tiempo ya hablamos de proyectos para evitar este fenómeno y en la COP 27, que se ha llevado a cabo durante este noviembre en Sharm el Sheij, Egipto, también se ha puesto sobre la mesa la problemática de la falta de agua con una mesa redonda para asegurar el acceso de este recurso y varias reuniones para buscar soluciones a otros efectos negativos vinculados con el agua.
Sin embargo, en muchas ocasiones solamente hace falta mirar la naturaleza para encontrar la solución a muchos de los problemas que nos afectan. Hay muchas especies adaptadas a la escasez de agua y la sequía, por no decir las que viven directamente en desiertos. Y no hace falta ir muy lejos para encontrarlas: el propio clima mediterráneo está lleno de especies que están adaptadas a la poca cantidad de agua.
Evitar la pérdida de agua
Las plantas, por su vida inmóvil, son las que más pueden sufrir los procesos de sequía y por eso han desarrollado diversos mecanismos para evitar la pérdida de agua y potenciar su acumulación cuando llueve. La mayoría de estas adaptaciones se muestran en las hojas, ya que son las estructuras que tienen una mayor superficie, lo que las hace propensas a la deshidratación.
La esclerófila, observada en plantas como la encina (Quercus ilex) o el boj (Buxus sp), es el endurecimiento del tejido que forma la hoja, por lo que no se rompe cuando los estomas (las estructuras que permiten la entrada y salida de gases y agua a la hoja) se abren y se cierran, controlando mejor la transpiración.
Para evitar la pérdida de agua también existen plantas que tienen hojas con una superficie menor para reducir el área en contacto con el exterior, como los pinos, o que incluso las han convertido en espinas, como la aulaga (Genista scorpius). Otros lo que hacen es mantener las hojas todo el año: son perennes. De hecho, todas las plantas mencionadas hasta ahora pertenecen a ese grupo.
Otras plantas modifican su morfología para acumular agua en su interior, como los cactus o los baobabs. En la región mediterránea podemos encontrar varias plantas que usan esta estrategia, como la chumbera (Opuntia ficus-indica) o el agave (Agave americana), aunque se trata de especies exóticas y ya estaban adaptadas a este fenómeno en su sitio de origen.
También hay plantas que muestran adaptaciones a nivel fisiológico, regulando la producción de hormonas u otros compuestos para modificar procesos relacionados con la fotosíntesis. Es lo que se ha visto con diferentes plantas de cebada provenientes de clima mediterráneo y de clima desértico. Las de clima desértico reducen su actividad cuando existe una menor disponibilidad de agua.
Conseguir agua de dónde no hay
Los animales, por su parte, tienen la ventaja de la movilidad. Muchas especies migran a zonas con condiciones más favorables. ¿Quién no ha visto en los documentales rebaños de elefantes, antílopes, cebras, ñus y otros mamíferos africanos que se desplazan miles de kilómetros buscando zonas con agua?
Pero los animales que no tienen una gran capacidad de desplazamiento poseen adaptaciones que les permiten sobrevivir en entornos desfavorables. Algunas especies pueden sobrevivir largos períodos de sequía en forma de huevo, como un pequeño invertebrado que encontramos en Cataluña llamado tortugueta (Triops cancriformis): cuando vuelve a llover, nacen los individuos y completan su ciclo vital. Si deja de llover, los huevos permanecerán en el sustrato hasta que vuelva a haber precipitación.
Otros aprovechan la humedad ambiental para obtener agua. Esto es típico de animales de zonas desérticas cuando, al amanecer, la escasa humedad precipita y se forman gotas sobre su cuerpo, tal y como hace el escarabajo del género Onymacris, que habita el desierto del Namib. Cuando el agua se condensa en su cuerpo, dirige las gotas hasta la boca para poder beber. Algo parecido hace el diablo espinoso o moloch (Moloch horridus), un reptil australiano, que al entrar en contacto con el agua (sea una balsa o una gota que cae de una planta), su piel conduce el líquido hacia la boca.
Otra adaptación es la que muestra la rata canguro (Dipodomys sp), que vive en los desiertos de Estados Unidos: no bebe agua en toda la vida, sino que lo absorbe de su alimento. Y no podemos olvidar la capacidad de almacenar agua que tienen los camellos, capaces de pasar días sin beber, aprovechando todo el líquido que habían ingerido previamente.
Con la excepción de la tortugueta, ninguno de estos animales vive en hábitats mediterráneos y tampoco los tenemos con unas adaptaciones tan extremas. Esto hace pensar que si los períodos de sequía se incrementan y los ecosistemas que conocemos también se acaban modificando, muchas especies que tenemos ahora mismo podrían extinguirse.
Quizás algunas especies desérticas ampliarán su distribución y será habitual verlas en zonas mediterráneas, entre las plantas autóctonas que puedan sobrevivir a las condiciones futuras. En el caso de las plantas, conocer sus adaptaciones puede ser muy útil a la hora de desarrollar cultivos más resistentes a la sequía y minimizar los impactos en la alimentación para las personas.
La crisis climática supone una amenaza para muchos animales y plantas y el incremento previsto de las sequías es un aviso para todos aquellos organismos que no presentan adaptaciones frente a este fenómeno: son los que notarán más los efectos de la escasez de agua. Nuestros bosques sufrirán cada vez más y, por este motivo, es necesaria una gestión adecuada de estos entornos que favorezca su adaptación a las nuevas condiciones.
Sin embargo, la principal acción que debemos llevar a cabo es reducir las emisiones y proteger los espacios naturales para encontrar una solución a la situación actual y evitar la pérdida de gran parte de la biodiversidad.
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