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Con los cambios inesperados y las nuevas condiciones del mundo pandémico, las organizaciones tuvieron que volverse aún más cuidadosas con sus decisiones e inversiones. Y, si la sostenibilidad era desde antes un asunto de definir prioridades, ahora gestionar con eficiencia los recursos disponibles es una condición innegociable.
La palabra sostenibilidad entró a la cotidianidad hace ya algún tiempo. Desde noticieros, informes gubernamentales y hasta reuniones familiares lo “sostenible” se volvió un concepto de cultura general, relacionado particularmente con estilos de vida, hábitos y decisiones más responsables.
Este término, que de por sí venía popularizándose cada vez más, terminó por consolidarse en la agenda de gobiernos y organizaciones con la llegada del covid-19. La pandemia nos hizo buscar causas y culpables de lo que estaba sucediendo y entender la cadena de consecuencias que se desprende de nuestras acciones. En últimas, nos ayudó a entender que la idea de “sostenibilidad” no se reduce simplemente a tener una postura ambientalista.
En el ámbito empresarial, la sostenibilidad implica identificar y gestionar los riesgos que amenazan la permanencia de una compañía en el tiempo. Avanzar en este ejercicio requiere de un conocimiento claro sobre qué temas son fundamentales para el negocio, de modo que puedan ser clasificados y priorizados según el impacto que puedan tener sobre la estabilidad de dicha organización.
Con los hechos recientes, que han cambiado el curso de muchos negocios, la definición de prioridades se ha vuelto una tarea aún más crítica. La mayoría de empresas han visto reducciones importantes en sus recursos y han tenido que volverse aún más eficientes para poder responder con todas sus obligaciones, teniendo que tomar en ocasiones decisiones que no tenían concebidas en ningún plan previo al 2020.
Inclusive, la sostenibilidad se ha vuelto una cuestión de prioridades porque, además de que los recursos escasean o tienen que ser destinados a solucionar retos de corto plazo, el nivel de incertidumbre sigue siendo considerable. Vivimos en un contexto donde las reglas de juego cambian de forma acelerada y constante, por lo que es clave para las empresas saber anticiparse y adaptarse a las exigencias del entorno.
Una respuesta que viene de adentro
Sabemos que las compañías deben estar atentas a lo que sucede a su alrededor, a lo que hacen sus competidores y, en general, a las señales que arroja el entorno. Sin embargo, cuando se trata de evaluar sus temas prioritarios, no hay mejor camino que mirar hacia adentro.
Esto significa hacer un diagnóstico de cómo se vienen haciendo las cosas y conocer qué necesidades implica la operación del negocio. Con estas bases es posible identificar cuáles son los asuntos que más atención requieren y donde más capacidad de generar valor tiene la organización, aunque es claro que involucrar a los grupos de interés para entender y contrastar diferentes expectativas es un plus en estos casos.
Para llevar a cabo este ejercicio, las empresas deben recurrir a la autogestión. Una forma pueden ser los reportes de sostenibilidad, aprovechando referentes internacionales como la Iniciativa de Reporte Global -GRI- o el Reporte Integrado para medir y reportar sus indicadores, o acudiendo a la herramienta que mejor puede orientar su gestión en sostenibilidad: el análisis de materialidad.
Estos procesos arrojan información valiosa para que las organizaciones sepan dónde tienen que invertir su tiempo, su dinero y sus esfuerzos. Por ejemplo, con un análisis de materialidad, una compañía puede identificar que sus tres asuntos prioritarios son la gestión de clientes, la cadena de abastecimiento y el control de calidad de sus productos, así se aseguran de que la gestión sobre estos temas esté conectada con su misma estrategia.
Hoy es evidente que la sostenibilidad no solo dejó de ser un accesorio para las organizaciones, sino que hay que prestarle especial atención para no sucumbir en el intento de sortear tan numerosas complejidades. Si una empresa quiere blindarse frente a los riesgos, mejorar su capacidad de adaptación y aumentar el valor que realmente es capaz de generar, la cuestión es simple: debe tener claras sus prioridades.
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